Soy una sevilla atípica, no me gusta la Feria, y la Semana Santa no me disgusta pero tampoco me entusiasma, odio las aglormeraciones de gente tan características de Sevilla, pero me gusta el ambiente. Desde que no vivo allí no he vuelto a su Semana Santa. Ahora que soy portuense la vivo aquí; antes salíamos a ver algunas cofradías, pero desde hace cuatro años, todos los Miércoles Santos tenemos una cita ineludible. Mis hijos salen en la Cofradía de la Hermadad de la Oración en el Huerto, que se conoce como El Olivo, porque lleva uno en su paso del Misterio.
Mis dos nazarenos estaban guapísimos, pero a su madre le costó horas coser metros y metros de dobladillo de capa y túnica porque la de Jose Mari hubo que alargársela ¡como crece de año en año!, menos mal que la de Alicia no hubo que arreglarla.
Estuvimos toda la familia juntos, porque mis sobrinos también salieron, unos de nazarenos y el mayor, Enrique, de costalero (en la foto solo se le ve la barbilla), porque aquí la tradición es sevillana, los pasos salen con costaleros-
En fin, fue una tarde y noche completa, desde las seis y media que había que estar en la iglesia hasta las tres que volvimos a casa, hubo tiempo para todo, nos lo pasamos muy bien, pero mis pobres pies hoy lo están pagando.
¡Ya hasta el año que viene no habrá otro Miércoles Santo!
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